Te deseo,
y entonces los lagartos salen a calentar tu espalda
y me embarco en la espuma adolescente y tierna
de un volcán de saliva.
Te deseo,
y entonces el mundo me parece tu pecho
y rompo abiertamente mi camisa.
Te deseo,
y entonces todo tiene sentido
y me pongo tacones y en un liguero mágico te escondo entre mis sábanas.
Te deseo,
y entonces te mando un criptograma en forma de mensaje
y en forma de mensaje te poseo
sabiendo a ciencia cierta,
que no tienes e-mail.
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